... porque hay cosas que sólo pueden decirse a media voz y en la oscurridad.

6 de diciembre de 2012

Agalma

Yo, idealista mujer del nuevo siglo,
citadina obsesiva, compradora compulsiva,
impropia para muchos, encantadora para otros,
utópica y agria hasta la bilis.

Él, así de cerca de ser ajeno, de ser un completo extraño,
de serme irritable por su sobrada soberbia,
de serme hipnótico por su intelecto; compás sin ritmo,
sádico personal, consciente o no de serlo; ojos de embrujo.

Así somos, sin nunca pretender ser distintos,
odiando sentir que cambiamos para complacer al otro;
ese otro apasionante, opuesto, irritante y contadictorio.
¿Se preguntaban por qué somos polos que se repelen?

Él no quiere ser la parte que me complemente,
yo me niego a creer que no soy una mujer completa sin él.
Distante la mayoría de las veces,
sueño más con su presencia de lo que la soporto.

Aun así le quiero más de lo que soy capaz de aceptar,
y me importa poco ya, si le viene o le va;
me ha convertido en egoísta de mis propios sentimientos,
y aunque a veces duele, se encarga de recordarme porque le amo en la ausencia.

Aunque hay noches en las que me repito:
“más me vale arrancarme éstas malditas ansias de los labios,
y borrarme el deseo de sus manos en mi piel,
porque debo recordar el pacto de paz que insistimos en firmar".

Un millón de intentos para no separarnos,
mas motivos para permanecer distantes.
Sin querer concederle un poco de mí, porque no lo merece,
aunque por momentos tome mi mano con insípida dulzura.

Aun así no pierdas la cordura corazón que te puedes desbocar,
y terminar ahí donde él goza con tu sosobra,
con las lágrimas que te niegas a mirar que dejaste en el camino,
ten miedo de terminar ahí donde él olvida.

El secreto que le guardo no es más que un tributo a mi misma,
una oscura satisfacción de tenerle a toda costa,
así en la incertidumbre, así en la angustia y sin reglas,
así en lo que él hace parecer un masoquista intento eterno.

Me niego a concederle un trozo de alma o memoria permanente,
para que anide ahí y en la pus me deshaga,
para que lo cuente como hazaña a los viajeros,
para que cómodamente se vuelva inmune a mi olvido.

¿Y por qué voy a dejar que él me destroce el corazón,
si puedo arrancármelo yo misma primero
y quitarle el oscuro placer de que lo haga él?
Porque tiene la clave pero no quiere usarla…

Monyenka

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